Por Juan Carlos Salazar
Conocido en el bajo mundo como “La Chela”, Erisel Hernández Moreno, quien se dice columnista, debe ser regresado a su puesto de burócrata en el Gobierno del Estado, pues cobra una plaza que se la regaló don Juan Sabines Gutiérrez cuando fue gobernador.
La amargura es el pecado más contagioso que corroe el alma de las personas y las convierte en monstruos despiadados, que emplean el infundio para desahogar su sufrimiento. Es decir, golpean a sus semejantes por puro placer. Así sacan esa frustración que las asfixia.
Erisel Hernández Moreno tiene fama no por buen columnista, porque no lo es. Un columnista serio y profesional es quien investiga y difunde la verdad, que propone y discute, que hace suya la crítica constructiva como un apostolado, no aquel que usa las páginas y el prestigio de un diario para dar rienda suelta a sus locuras internas y de ellas obtener provecho.
La vida personal compete a cada quien, es responsabilidad única y nadie tiene derecho a discutirla o a ventilarla porque entonces se incurre en un grave delito. Erisel Hernández Moreno lo ha hecho escudado en la impunidad que da el periodismo. Así ofende a los funcionarios públicos siendo los alcaldes sus clientes preferidos.
Emplea epítetos y groserías en sus libelos y allí no sólo demuestra la calidad de su periodismo, que no pasa de ramplón, sino también su profunda ignorancia porque se puede criticar a los servidores públicos, están expuestos a ello, siempre usando el lenguaje apropiado.
Pero, como bien dice el adagio: la crítica se toma de quien viene. Esa facultad perversa, traducida en una falsa moralina, es la que ha deshonrado al buen periodismo y lo ha metido en un hoyo de podredumbre y cochambre que ha enriquecido a comunicadores simulados que, empleando una pluma, atacan sin piedad, como perros rabiosos, con el fin de hacerse del mayor dinero posible.
Erisel Hernández Moreno tiene una plaza de burócrata. Está comisionado a la biblioteca pública del estado, la Jaime Sabines. Cobra sus quincenas con puntualidad inglesa pero jamás se le ha visto desempeñarla. Y eso es un bárbaro acto de corrupción y de impunidad que ya quisiera tenerlo cualquier empleado de la burocracia chiapaneca.
¿Puede Erisel Hernández Moreno ser el juez infalible y honesto como se manifiesta en su columna llamada de Buena Fuente de un periódico de Tuxtla, que no es de buena fuente, sino un escrito de chismes baratos, de difamaciones y de calumnias? No puede, porque no tiene autoridad moral ni ética si, como se aprecia, está embarrado en la corrupción. De Erisel Hernández Moreno llama la atención en los cafés la soledad que lo apesadumbra y sus oscuros hábitos que finalmente sólo le pertenecen a él.
¿Puede alguien estar libre de pecado para arrojar la primera piedra?
Su modus operandi ha sido siempre agredir a los servidores públicos en su panfleto De buena fuente. No conoce los límites porque su instrucción académica es precaria, muy baja, pero sus necesidades y hambre son más fuertes que cualquier principio de decencia que pueda tener. Y ya no digamos conocimientos sobre la ley. Es un campesino originario de Chiapa de Corzo que dejó el arado, la coa y la parcela para tomar por asalto al periodismo.
Encarcelado en alguna ocasión por casos bochornosos de presunto abuso sexual, ese es Erisel Hernández Moreno el censor feroz que suelta todo su veneno en su columna De Buena Fuente y que se cree el dueño absoluto de la verdad, el que puede ofender y lastimar la dignidad y el desempeño de todos los servidores públicos sin que nadie le diga nada. Tiene un pasado borrascoso, lleno de suciedad, que sin duda le impide erigirse como el adalid de la comunicación y, por el contrario, ese pasado lleno de bazofia lo desnuda como un sujeto inmundo que se ampara en la fuerza que da la prensa.
También quiso ser dirigente del Sindicato de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado. Ha sido su sueño. ¿Se imagina a los sindicalizados con una representación gremial así? Hay presunciones de que a Nemesio Ponce Sánchez, el poderoso subsecretario de gobierno de Juan Sabines Guerrero, le pidió ese favor con lágrimas en los ojos y de rodillas en su despacho. Pero Nemesio Ponce no lo complació.
Cuánto daño hacen al periodismo en sí y a la función pública sedicentes periodistas como Erisel Hernández Moreno que, agobiados por su vida miserable, llegan a los medios, sobre todo los impresos, para construir fortuna a través de la diatriba y el escarnio. Son esos vagabundos como Erisel Hernández Moreno los sindicados del desdoro de una profesión que la prostituyen por la avaricia.
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